el “corazón de piedra” (Ezequiel 36:26). Además, y según el pasaje de Ezequiel, esto sucede solamente cuando Dios pone su Espíritu en un hombre. La regeneración es obra de Dios; el predicador no regenera a nadie. Es Dios mismo quien les “da vida” a los que estaban “muertos en sus delitos y pecados” (Efesios 2). Esa vida, ese nuevo corazón, capacita a la persona para comprender y creer el mensaje cuando llega al corazón. Este es el suelo sobre el que se siembra la semilla; si es buen suelo, produce
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